Volvía
a llover, Marie abrió el paraguas, delante de ella Valeria iba hablando con Niall, Paula estaba a su
derecha, justo al lado de Zayn. Unos pasos por detrás Harry miraba el suelo
pensativo. Y a la cola, Liam, Louis, Marta y Carla. Iban a un restaurante con
intención de cenar algo rápido porque Niall no paraba de quejarse de que tenía
hambre. Estaba tiritando, pero hacía lo
posible para que pareciera que estaba bien. Nadie la había obligado a salir de
casa en shorts, y menos en Londres. Caminaba en silencio, escuchando las
conversaciones del resto y oyendo las gotas de lluvia caer en el techo del
paraguas. Cruzaron el parque y volvieron a los coches.
Valeria
podía dar una conversación lo bastante interesante como para poder apartar los
pensamientos de Paula que volaban por su mente. Al menos eso pensaba Niall. La
chica no se acordaba de nada de lo que había pasado la noche anterior, o en
realidad sí se acordaba pero le odiaba tanto que pretendía apagar las imágenes
y dejar el pasado, en solo eso, pasado. El viaje en coche se le hizo eterno,
pero solo habían sido 10 minutos.
Marta
apenas podía creer que siguiera en pie, llevaba un día muy movido, lleno de
sorpresas. Liam había roto con Danielle y ella no se había enterado. No hacía
mucho según él había comentado pero de todas formas era una noticia bomba que a
cualquier directioner le parecería la mejor cosa del mundo. Pero sobre todo a
ella, ahora que le tenía tan cerca, ahora que por fin podía cumplir su sueño.
Llegaron al restaurante, y se afincaron en una mesa.
Louis
sonreía, como siempre, estaba feliz. Todo el mundo pensaba que Louis Tomlinson
podía pasarse el día riéndose, pero ahora no podía. ¿Serían celos? ¿Por qué
ella hablaba con el resto y no con él? A lo mejor pensaba que él era muy
inmaduro porque a pesar de ser el mayor era casi el menos responsable. No, no
era eso, ella reía sus bromas. ¿Qué fallaba entonces? A lo mejor no tenía que
haberlo dejado con Eleanor, pero de aquello hacía ya varios meses… Pidieron y
esperaron pacientemente que llegara la comida.
Carla
sentía pinchazos en la rodilla, se había dado un buen golpe contra la pata de
la mesa. Miraba rápidamente a Zayn y luego volvía a fijar la vista en la nada.
No quería que él ladescubiera mirándole, prefería no saber que pensaría el
chico. Al fin y al cabo él tenía novia y era famoso y ella solo era una
española a la cual la suerte había sonreído dándole por vecinos a sus ídolos.
Tenía gracia, a ella nunca le había ido todo ese rollo del destino. Eso era más
típico de Marie, podía ser muy
supersticiosa. El camarero anunció que pronto llegaría la cena.
“Harry
estás perdiendo tu encanto” Se dijo el pequeño en su interior, “En tan solo dos
días pudiste enamorar a una mujer famosa y no puedes con ella” Volvió a
mirarla, parecía absorta en sus pensamientos. Llevaba así desde que se fueron
del Hyde Park, a lo mejor había metido la pata. Quizás estuviera yendo muy
rápido, había llegado ayer. Esta vez quería estar seguro de que ella sentía lo
mismo, pero no estaba seguro de poder esperar. Pensó en ofrecerle su chaqueta,
era evidente que tenía frío, pero luego entraron en el restaurante. Ahora
estaban llegando las primeras raciones.
Valeria
estaba sentada con Paula a la derecha y Liam a su izquierda y enfrente tenía
los profundos ojos azules de su BooBear, sí, le perdían los ojos de Louis, a
quién iba a mentir. Muchas chicas solían decirle que dejase de pensar como una
cría de trece años, pero ella nunca se había dejado amedrentar. El lema del
grupo era algo así como “Si hiciera caso de lo que la gente me dice nunca
habría llegado hasta aquí” Era una frase que decía mucho su abuela. Les posaron
la cena, tenía una pinta exquisita.
Zayn
observaba la tele, las noticias de la cadena nacional estaban hablando de las
nuevas leyes aprobadas por el primer ministro, no era qe le interesase la
política pero temía cruzarse con su mirada. Le recordaba tanto a Perrie.
Perrie; la que le había dicho a principios de año que ya no había más, que se
había terminado porque no podía soportar estar alejada de él. Y ahora, pocos
meses después llegaba una española que solo le hacía pensar el su antigua
novia. En aquel restaurante todo estaba delicioso, tendría que empezar a
hacerle más caso a Niall
Paula
tarareaba “Little things” en su mente, no podía hacerlo en alto porque no
pretendía parecer loca por sus ídolos. La felicidad que desprendía el irlandés
mientras comía brillaba a kilómetros de distancia. Hasta la fecha sus únicas
novias habían sido las guitarras y las comidas. Aún le rondaban por la cabeza
las palabras del chico “En lo que pasó anoche, entre nosotros quiero decir” ¿Qué
había hecho? No estaba tan borracha, al menos eso pensaba ella. Alguna
Nochevieja había sido peor y no cometió ninguna estupidez. Se suponía que
habían venido a Londres a estudiar, si su madre se enteraba la llevaría de
vuelta a España a la voz de ya. Ya era hora de pagar la cuenta, sacó su cartera
y miró la nota.
Liam
flotaba en su mundo, el más sensato de los chicos aún seguía recapacitando
sobre la noche de ayer. Sus nuevas vecinas les habían revolucionado eso quedaba
totalmente claro. Y es que las chicas eran de armas tomar, todas diferentes e
iguales a su manera. Con sus fuertes y sus débiles. Sus caídas y
levantamientos. Parecían nieve de septiembre, la cuál es difícil de encontrar
pero cuando llega, lo hace fuertemente. Empezaron a levantarse, ya era hora de
volver a casa y parecían cansados.
Cuando
Marie agarró su pijama y su almohada se sintió como en el cielo, había llegado
ayer y no había tocado su cama, algo poco habitual en ella que era una vaga
redomada. Abrió su bolso para sacar su móvil y encontró una pequeña nota, no
había reparado en ella antes, un número de teléfono. ¿Y ahora qué? Se preguntó
la pequeña. La situación era la típica del admirador secreto que suelen tener
las chicas populares de las series de televisión, en su infancia Marie siempre
había querido ser como ellas, ahora comprendía que tal y como era; era feliz.
No
podía dormir, la nota y el teléfono llenaban su mente. Vueltas y vueltas. Bebió
agua, y tampoco funcionó. Decidió abrir la ventana y tomar el aire un rato. Se
apoyó en el alféizar y cerró los ojos. Podía sentir el fluido tráfico de los
coches londinenses, la vida nocturna de la capital británica. Se oyó un golpe
sordo, otra ventana abierta. Y luego una voz preguntó:
-¿Tu
tampoco puedes dormir?
Marie
volvió a abrir los ojos, allí estaba él, con sus ojos verdes. Siempre le habían
gustado esos ojos, le recordaba a las plantas, sus mejores amigas durante el
tiempo que había vivido con sus abuelos. La chica negó con la cabeza y sonrió
ligeramente. Harry le devolvió la sonrisa
y ella pensó que era un amor de persona “Céntrate Marie; no eres más que
su vecina y nunca lo serás” Bostezó y le dio las buenas noches al chico. Volvió
a la cama y no supo bien como se durmió. Y durmió toda la noche del tirón como
hacía meses que no dormía.
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